dimarts, 7 d’octubre del 2014

Pilar Rahola: "La provocación"

¿Y si la estrategia es la de indignarnos al máximo para conseguir una mayor radicalización catalana?

A pesar de que gentes con buenas intenciones y sobrecarga de sentido común piden, suplican y exigen que el Estado haga algún gesto de comprensión para paliar el profundo enfado e insatisfacción catalanes, después de tantos agravios sumados, el resultado es a la inversa. No sólo no evitan el caldo rancio, sino que nos dan dos tazas. Es decir, que la reacción española al reto catalán no viaja a lomos de más comprensión, tacto, empatía, voluntad de diálogo, etcétera, sino a caballo desbocado de más desprecio, agravio y castigo. No deja de ser muy sonoro que el mismo día que el Constitucional hace su peculiar homenaje a la independencia de poderes, y se reúne con celeridad supersónica para suspender la ley de Consultas catalana, ese mismo día se conozca la brutal descompensación que sufrirá Catalunya en inversiones del Estado, el presupuesto más bajo desde hace 17 años. Y al tiempo que la marea catalana empezaba a augurar grandes tempestades, los Wert iniciaban su camino de ideologización, persiguiendo el catalán, despreciando nuestras leyes y apelando a cruzadas nacionales. Es como si quisieran enfadarnos más, de ahí que algunos digan que el PP y socios no entienden nada de lo que pasa en Catalunya.

Pero, ¿y si es al revés?, ¿y si lo entienden todo y por ello actúan de tal guisa? Es decir, ¿y si la estrategia es precisamente esta, la de indignar al máximo para conseguir una mayor radicalización del proceso catalán? Aquello del cuanto peor mejor, que tan bien funciona en los extremos de las ideologías. La verdad es que el Estado no para de tomar decisiones que huelen tanto a castigo como saben a provocación. Y al ir ahogando todas las opciones para canalizar el malestar catalán y, sobre todo, la masiva petición de voto, busca tres efectos intencionadamente demoledores: primero, radicalizar el proceso, sabedor de que la imagen civilizada, ordenada y pacífica del movimiento catalanista deja su permanente cerrazón en mala posición. Lo que dijo alguien de por allí, que el problema era la sonrisa y la corbata. El segundo efecto, el de quebrar la unidad de la heterodoxa familia de la consulta, estresando las costuras para que afloren las diferencias. Es evidente que, ante una situación radicalizada, no responden de igual manera los de la CUP o IC que los de CDC. Y también es evidente que la pieza mayor que quiere cobrarse el Estado es la de la unidad. Cuando la quiebren, habrán ganado muchas posiciones contra el proceso. Y finalmente, la provocación busca que el proceso salte del despacho a la calle, que los márgenes de la política se debiliten y que sólo quede el activismo, convencidos de que si se radicaliza el asfalto llegará el caos y podrán justificar la intervención policial. Esta parece la estrategia, porque no cabe pensar que lo suyo sea pura improvisación. Y si esa es la estrategia, sólo cabe una cosa: no caer en la provocación.


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